sábado, 4 de febrero de 2012

FERNANDO SÁNCHEZ ZINNY

Porteño, nacido en 1938, tiene publicados varios libros de poesía, entre los que quiere destacar:  Segunda poesía, en 1999 (tercer premio municipal de poesía); Éxodo, en 2002; Sombra adentro, en 2004 (Faja de honor de la SADE) y El azar cotidiano, en 2006. Este mismo año publicó una colección de aforismos: Cenizas del sol. En 2008, apareció Primera Poesía y al año siguiente Carmen del otoño y Elegías y llanuras. Trabajos suyos integran la antología de la Fundación Argentina para la Poesía (Poesía Argentina Contemporánea, Volumen XIII), la Geografía Lírica de la Poesía Argentina, ordenada por José Isaacson y las compilaciones Doce Poetas Argentinos del siglo XXI (Volumen I), de la editorial Eleusis, Pura luz contra la noche, de la editorial De los Cuatro Vientos y Poetas de las dos Orillas, de la editorial Botella al Mar-Uruguay. En 2009, Algazul  editó Antología conmigo, que lo incluye y que reúne la obra de varios poetas que le son afines.


EN TIERRA EXTRANJERA

Ignoradas constelaciones contemplan disgregarse
al último oriundo de un cielo muy distinto
que está por desaparecer apenas parta.
 
Sobre tierra extranjera infiere voces,
súplicas que ya nadie entiende
y que arrullan tan sólo sus oídos.
Cruel destino el de subsistir como una sombra
en el marasmo remanente,
cuando flaquea el corazón y se deshace.
 
Ahora todo se reduce a imaginar
cuál ha de ser la mano
que cerrará la puerta.
 
No volverá ni vivo ni cadáver:
aciago, extremo descender,
fosa sin llanto esta vez para siempre.



ORACIONES, PROMESAS

Como un dios revestido de lúgubre belleza
y el alma reclinada sobre sueños lacustres,
volví a leer en el idioma de otros años
oraciones desplazadas
que el presagio sin fin considera promesas.

Cuando desde el insomnio veas
que se filtra la luz por las hendijas
y sientas que el clavel blanco desmayado en el vaso
está mojado de rocío,
no olvides que has llegado al fondo del misterio
y ya nunca podrás retornar a la soledad.

Sin manos toca la canción tus sienes,
hecha sonoridad de latido y angustia
para amarrar las noches y abarrotar los días
y bajar como el cauce que lleva hasta tu rostro,
tenue marfil con islas de tristísimo oriente.

Soy Orfeo y acudo a los infiernos;
no lo lamentes porque es el destino.

Canto porque no creo
que la muerte se lleve
tanto azul vislumbrado.



DESPREOCUPADOS

Ya despreocupados
y con tiempo a favor,
abrimos las ventanas
hacia los ruidos de este barrio
en que fuimos felices
y aún lo somos mientras
escuchamos
una música fácil
que llega
para aliviar el alma.
 
Ni maldad, ni preguntas,
ni recuerdos,
sólo esa música
aventada a las calles
como garúa fina:
beso de un frío apenas húmedo,
pequeño gaje avejentado,
moneda del azar
caída en la vereda,
ya en el filo de un mediodía
amenazante
e imposible.



PARQUE PATRICIOS

Hoy me adentré en su niebla entristecida
que traza una llovizna inexistente,
llena de pegajosas adherencias, rostro
de una miseria helada como un tango.

No estaba la ciudad, se había ido
a pasear por otras esquinas o resabios,
cansada de que aquí el otoño sea siempre
un anciano que barre la vereda dorada por las hojas.
Eres como mi amor
y bastará un ligero viento para alejarte.

NORMA PÉREZ MARTÍN

Norma Pérez Martín (Foto: Daniel Grad)
Profesora y licenciada en Letras, egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, casa en la que durante muchos ejerció la docencia y en la que obtuvo importantes distinciones a su labor. Esa contracción a la enseñanza fue  siempre paralela a una acendrada vocación literaria que la ha convertida en una de las escritoras argentinas más reconocidas de las últimas décadas. Autora de catorce poemarios, dos novelas, numerosos cuentos y dos libros de ensayos que han tenido amplia repercusión académica: Testimonios autobiográficos de Horacio Quiroga, de 1997, y Escrito en América, del año siguiente, su profundo interés en temas latinoamericanos descuella, asimismo, en multitud de artículos publicados en su patria y en otros país del Continente. Es directora de la revista de integración cultural Francachela e integrante del Centro de Estudios de Narratología con sede en Buenos Aires. La editorial Vinciguerra publicó la totalidad de sus poemas en el volumen aparecido bajo el título de Poesía 1963-2003.


MISERIA

En la orilla descalza
tiembla el agua.
En el pozo gime la escarcha.
En la Villa Miseria llora el viento,
blasfema el sol,
la lluvia,
el alma.
En la torre del aire
miran los ángeles;
en el centro del mundo
sopla la muerte;
lleva un tricornio con borlas,
los niños le cantan detrás de sus harapos.
En la Villa,
la muerte se desnuda.
El agua se sacude.
El pozo se acurruca.
Los ángeles se duermen.
                                                     (de Me duelen las palabras, 1966.)


IX

Desde la fidelidad milenaria de sus ojos
los perros
saludan la tristeza del hombre.
Las mujeres
vislumbran en la mejilla de la tarde
una gota de miel.
Y en el último carrusel de la noche
asoman los animales desterrados
las figuras primogénitas
que lavaron sus pies
–promisorios altares para el sacrificio-
Los templos
quedaron profanados
por el descuido insensato
que no aprendió
las revelaciones
florecidas
en la fiesta sagrada de la luna.

                                                             (de Animal desterrado, 1962.)


IX

El viejo olor de las maderas
de mi infancia
levanta en mis nocturnos ojos
el cáliz de la risa,
como pellizco de sol
en los cristales minúsculos
del ventanal destruido.
El olor del jazmín
atraviesa el polen
y se atreve,
hoy,
por el camino de la derrota impertinente,
a convertirme
en buhonero audaz
que puso un mástil de humo
en el palo mayor
de su locura.

                                             (de Monólogos del ciego, 1975.)


XVI

Soy el mendigo;
el hermano
el pordiosero de platos encendidos
que postula un lugar en el mundo.
Yo, el de los párpados cóncavos
a quien Tiresias ofreció
su destino,
para seguir andando
con los mismos ardores
para escuchar los truenos
del linaje maldito
y reencontrar enigmas
entre las gruesas sombras.
Soy el vidente caduco
el profeta leproso
que resuelve distancias
con bastones en vuelo.

                                    (de Monólogos del ciego, 1975.)


EL POZO

Si alguien pregunta
el porqué del vacío,
y adónde guardaré los ojos
cuando todo esté lejos,
responderé:
no tengo otros sitio mejor
para mi vértigo
que el pozo triangular
de este silencio

                                             (de La sed en el pozo, 1967.)




LONG-OHNI

Long-Ohni nació, vive y morirá en Buenos Aires. Su existencia ha sido la actividad literaria. Licenciada en Historia de las Artes (UBA), antes estudió medicina y música. Ejerció la docencia y vivió la militancia política. Compone música. Rastros suyos se hallan en revistas y traducciones, en premios numerosos y en la colaboración cercana con grandes escritores, antecedentes que se opacan ante su condición esencial de poeta, una de las más notables de la Argentina reciente. Su obra édita –porción pequeña de la que circula en el medio virtual– se encuentra en el poemario Acerca, de 2005 (con versiones en cinco idiomas), y en la antología Pura luz contra la noche, del año siguiente, entre otras. No menos poeta es en su prosa, llena de transparencia y  símbolos, expuesta en la novela El árbol de las flores amarillas (2002), traducida al  portugués y al italiano y teatralizada en Italia y Portugal, y en el sugerente Zwerg, aparecido cuatro años más tarde. Seis libros más se encuentran prontos a editar: Faro, Incohemas, Patrióticas y Tangardías, Tan callando, Las más noches, Hai y Antifonario del Grial.


A UN CRISANTEMO

A esta pausa me obliga un crisantemo
burilado de luz por mano agraria
y me detiene el paso, me suspende
en su ser que asoleado resplandece.

No advertí nunca antes que la Pacha
diera a luz tanta luz de crisantemo
ni que su vientre de arcanas epopeyas
de plena oscuridad lanzara un rayo.

A esta pausa me obliga un crisantemo
y llego tarde al banco, me confisco
este tiempo robado a la rutina
mientras suenan motores y bocinas
y pasan piernas que ya no se detienen.

¿En qué pensaba Dios cuando lo hizo
en la justa cintura de la tierra,
prueba de numeroso amor, de todo
lo que explica tu ser dedal de oro?

Y me sucede a veces que al descuido
me obliga a cierta pausa un crisantemo,
un lapacho, un gorrión, una llovizna
que en la ciudad cautiva del cemento
se amilagra ante mí como una ofrenda
que otros ojos ignoran. Viven muertos.



DEUS IN NOBIS

En el margen de luz va la poesía
y a filo en la penumbra se desliza
buscando a dios, quién sabe
mientras mueren contigo los destellos
y el viento pasa roído por la vida.
Breves palabras como breves sueños
y el querer seguir siendo,
perseverar, acaso, en lo imposible,
huir del arte de arte
y encontrar en la hierba
o en la espesa penumbra
el oro necesario para darse a la muerte.

Sembrar sin la esperanza de ninguna cosecha
y que sean los cuerdos los que talen
el árbol de la poma que has sembrado
y que el fruto mitigue tal horror al vacío.
Precioso el riesgo del que en la nada espera
la voz de dios, posada en la palabra,
del que batalla en sueños por la luz que se escapa,
del que despliega velas frente al mar tormentoso,
de aquel que se arrodilla consigo en el desierto.

Vaya con la agonía por la vida
quien no quiera morir completamente;
vaya con su monólogo en la alforja
por cada mar, camino, ensoñación, vigilia.
Bien sé que cada noche es oportuna
para velar las armas,
nuestras propias costillas
y el puñado de alma que acaso nos habita.




YO QUISE SER BANDERA

Yo quise ser bandera y vine hombre
con riñones, urea y fosfatasas,
dos astrágalos fuertes que recorren
la tierra colorada y la miseria,
los bosques de colihue, la esperanza
de volverme bandera en el camino.

Vine siendo pulmones expandidos,
maxilares sedientos, generosos
que muerden las palabras y la rabia
y el dolor de no ondear como yo quiero.

En mi espalda de azúcar las dos alas
más humanas que angélicas, por cierto
con que libero, combato y desacierto,
renuevo la utopía, la excomulgo
y en ella me bendigo nuevamente.

Ya poco más por ser que vine hombre,
un mínimo de tierra que no puede
más que alzar con su voz lo que es bandera,
con mi pecho de barro poetizo,
faro sin luz que en noche oscura insiste.

Yo quise ser bandera y vine hombre
y muero con mis pies todos los días
No me excusa este origen indeseado
de izarme el esqueleto a media asta:
Si acontece la Patria se me impone.
No se aducen razones cuando hay muerte.


VAMOS SOBRE EL SILENCIO

Vamos sobre el silencio, hermano.
Las hojas ya no crujen debajo de tus pies
y el río sigue inválido esperando del otro lado de la vía
como si nuestro juego no hubiera terminado.
Ya ves,
la sombra de mi sombra, nuestras sombras
que querían crecer inútilmente
recostadas en este breve tiempo
contra ese pino azul y los naranjos
como si el sueño de ser grandes
fuera tan imposible como perder la infancia
y perder el camino que nos llevaba al río
y el mismo río que ya se ha devorado
ese asombro tan nuestro, nuestro insomnio.

Como un perro perdido busco el rastro
para volver a casa
y encontrarte.


ELEGÍA

¿Qué quiere redimir el alma mía
inundada de sed y de cansancio?

Es tiempo de destierro y noche clara,
de tibio mediodía y arduas parras.

Es el tiempo del vino solitario
y del pan que comparten mis dos manos.

HÉCTOR MIGUEL ÁNGELI

Héctor Miguel Ángeli nació en 1930, en Buenos Aires, fue docente y guionista televisivo. Cursó estudios en la facultad de Filosofía y Letras. El 1962 fue becado por el gobierno de Italia para especializarse, en Roma, en el conocimiento de la literatura italiana. Ha traducido a importantes escritores italianos. En 1977 mereció el tercer premio municipal y en 1977-78 el Premio Bienal otorgado por la Fundación Argentina para la Poesía y la Faja de Honor de la SADE. En 1988 recibió una mención especial de la Secretaría de Cultura de la Nación y en 2005 el premio Esteban Echeverría que otorga Gente de Letras. Sus poemarios editados son: Voces del primer reloj (1948), Los techos (1959), Manchas (1964), Las burlas (1966), Nueve tangos (1974), La giba de plata (1977), Para armar una mañana (1988) y Matar a un hombre (1991). En 1999, bajo el título La gran divagación, reunió su obra poética. En 2004 publicó la antología poética Animales en verso y en 2007, Frutas sobre la mesa, con el que obtuvo el Primer Premio Municipal.


LA VISITA

¿Quién es usted? ¿Quién es usted?
Sin duda, un intruso en mi delirio.
Le donaré tres favores:
el ámbito de guerra,
la idea original
y el prestigio de la forma.
No me diga después que no sabía.
Si se queda,
descubrirá
que el último minuto es un garfio.
¿Y el primero?
¡Ah, el primero ya pasó…
y olía a jazmines!



EL GLOBO DE LUZ

En la trasnochada ciudad
donde cuelgan los calendarios y el enigma
una torre asombra
por un globo de luz
muy distinto a las lámparas y las estrellas.
Hay muchas ventanas iluminadas,
pero sólo una
emite esa luz macilenta de redondo piélago
que no cabe en el estallido del vino
ni en la quemadura de las frutas.
Alta como está en el éxtasis oscuro
excede los espacios de la fiesta
donde todos devoran otro año.
Si en la torre apareciera un monstruo
sería reconocido.
Ninguna deformidad sorprendería.
En cambio ese globo de luz
que nada explica y por lo tanto es libre,
ese globo de luz embellece
porque está muy lejos
y nadie lo conoce,
porque está muy oculto
¡ay! pero se puede ver.




FRUTAS SOBRE LA MESA

Sube el color de las ciruelas
cuando el durazno se agiganta.
Un hachazo de luz parte una manzana
(Falta la bujía de un limón)

Las deliciosas frutas sobre la mesa
están dispuestas
a ser probadas, comidas, devoradas,
gustadas en un momento abierto.
Extiendo mi brazo como una garra
sobre ese paraíso de fácil oferta.

Todo es cordial
y sin embargo huye una constelación
cuando mi mano se acerca a la rapiña.
Es dulce el sabor de lo que llega
o amarga destrucción el apetito.
Las frutas son naturaleza viva.
(Sus jugosos consejos
me dicen que retire la mano
y espere todavía)




SEÑORA DE LOS OJOS DORMIDOS

Señora con la cabeza inclinada
y más allá con los ojos dormidos,
blanca señora,
blanca en la sombra invisible del cielo.
Señora ya demasiado niña
y demasiado anciana,
furtiva como un lirio,
tenaz como un roble.
De cerca visión,
a lo lejos música en las manos.
Señora con el cuerpo
                      sin tregua acostado
sobre todos los recuerdos.
Niebla en el espejo,
luz como acero en el candor de los cuartos,
elevación y ancla,
                      aroma…
Señora en el umbral del frío
cuando la casa del momento cierra.
Señora, madre mía,
la que muere y nace
en el regazo de las dulces tardes.