viernes, 6 de enero de 2012

SANTIAGO BAO




SANTIAGO BAO nació en San Fernando (Pcia. de Buenos Aires) en 1936. Es poeta y narrador.  Ha publicado en poesía: En el desvío, Poesía ácida, Pendientes, Memorias del zoo; Al otro lado (poesía y prosa), Despliegues (poesía y prosa); y La máquina nocturna y otros cuentos (narrativa). Ha participado en numerosas antologías y son muchas sus plaquetas de poesía y colaboraciones con distintos medios de difusión.






 






DEMOSTRACIONES

Leo y releo un poema
y se filtran por las grietas
de la mirada severa
engaños sutiles sombras
cosas que se aflojan
verdades que se ignoran
y que no se nombran,
agachadas del alma
por acatar la forma
inclinarse ante la moda
o rescatar de los cuartos
oscuros de la memoria
lo que no se dijo nunca,
larvas de nuestra historia.

Y esta lectura alejada
a una certeza me inclina
que si se quiere mentir
la mediación de un poema
será como una cortina
que útil oculta los fines
de las zancadillas vanas.



SIETE DÍAS

Este lunes se murió un amigo.

El martes esa traición
no la esperaba y mi mejor poema
lo escribo en un sueño
que se disipa al despertar.

El miércoles
las ollas de la abundancia
se baten en las calles
y en las casitas de chapa
las de latón gimen la escasez.

El jueves descubro que ya
no se llevan estadísticas
de cuántos mueren
de hambre por día.

El viernes todavía se puede saber
que 2740 personas
se suicidan por día en el mundo.

El sábado se descubre
que las aguas oceánicas
son mayormente
lágrimas de los que sufren.

Por lo demás,
hoy es domingo y es bien sabido
que no es verdad que Dios descansa.




LA VENTANILLA

Hubo un tiempo
en que trabajé de ventanilla:
atendía a la gente
detrás de un mostrador.
Me quitaba mi vestidura
de hombre a la entrada
y la depositaba
doblada cuidadosamente
en un guardarropas.
El resto, el trabajo en sí,
era sencillo, aplicaba
los Reglamentos, Leyes, Normas,
Disposiciones, Estatutos, Reglas,
Mandamientos, sin desviaciones,
con firmeza,
total era una ventanilla,
transparente puerta vana,
precario desenlace
impermeable a lo distinto.
Cuando regresaba
por mi traje de hombre
sentía que cada vez
me quedaba más grande,
como una reliquia
o restos
motivo que precipitó
mi decisión de abandonar
tan ruinosos menesteres.



CANCIÓN DEL COCODRILO
EMBALSAMADO


Algo permanece
de aquellos tiempos
que no reflejan
mis ojos de vidrio.
Y aunque me manoseen
con impunidad
ignoro si sienten
en mi piel quebradiza
el resabio secreto
de los ríos de esmeralda
en que mi calma
era el presagio
de aquello que sería
mi sustento.
Oh, festines del atardecer
en la armonía
incandescente del río,
qué lejos, mientras
colmado de polvo y estopa
permanezco en el olvido
y la soledad embalsamada
del ausente mesías. 

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