domingo, 8 de enero de 2012

JULIO CARABELLI


Julio Carabelli nació en Buenos Aires en 1940. Fue secretario de la Fundación Argentina para la Poesía, participó del staff de las revistas Nexo literario y Barataria, y fue Director de la publicación “artes, becas & concursos” y de Letrarte (Encuentro y Congreso de Escritores que se realiza en Tucumán desde 1998 y en Mendoza en 1999). Ha publicado: A conciencia pura (Marymar, 1986), novela; Autopsias (Además, 1988), cuentos; A continuación de los juegos (Fundación Argentina para la Poesía, 1989), cuentos; El crimen de la vecina en el presupuesto nacional (Gel, 1993), novela; Claves para una secretaría ejecutiva (1994); Jurisdicciones (Poesía en Bolsa, 1997); Jurisdicción del amor (Poesía en Bolsa, 1998).






OFICIO

El vivía a una cuadra de Grand Cóncourse
donde empieza en el Bronx el barrio negro.
Solía trabajar de cualquier cosa
los oficios
le colgaban de las manos como uvas
transitaban su cuello
su garganta
y dormían con él bebían cantaban
como si ayer hubo
si hoy hubiera
mañana tal vez será distinto.

Quizá fuese artífice en Italia
talabartero experto en la Edad Media
plantador de pinos ambarinos
carpintero de ribera en el Egeo.
Por su sangre merodeaba Europa
como novia lasciva y trashumante
y un abuelo de estirpe Inmemorial
que hoy barre con él
            las calles del Bronx.



BAILE


Ella deseaba ser asesinada
y el Bronx
era un sitio como cualquier otro.
Bailaba sobre el bríllante mostrador
pentagrama de la cervecería
mientras yo veía cómo los Idiotas
deseaban la desnudez de sus pechos.

Ella bailaba
como otros se drogan en el bidé
como tantos rezan seis rosarios.
Yo despreciaba
a los idiotas que pagaban todo
con díosecitos verdes en las manos,
Lo importante
es que bailaba feliz y por la noche
se agotaba de amor sobre mi cama.

Han pasado algunos años y ella
que no ha sido asesinada todavía
baila en otro sitio
ya que cualquier lugar le da lo mismo.
A veces entro a ver sí la han asesinado
y pongo un dólar doblado en su cintura.
Después me voy
sé que allí dentro
alguien me piensa idiota con desprecio.



VIOLÍN


Amparado por el subte del Bronx
masticaba lo que habla y lo que no
acostándose muy decentemente
junto a su rojo violín desafinado.
No molestaba a los viejos judíos
ni a los perros de luto por Willy
ni a las chicas punk de las cabinas
ni a los negros de memoria dura.

La música vertía de otras guerras
otro muerto violín le desgarraba
las absurdas tapas de extramuros
el atinado estómago de hambres.
El vino en busca de la nieve
sólo para olvidar los páramos
de hoscas tibias fémur calaveras
y cansado
se dejó morir de recuerdos y acidez
tocando
como sí alguien oyera aquella noche.

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