viernes, 20 de abril de 2012

JOSÉ MARTÍNEZ BARGIELA (1921-2009)


José Martínez-Bargiela

José Martínez-Bargiela nació en Ponteareas, Pontevedra, Galicia, España, y falleció en Buenos Aires en 2009. Desde 1982 publicó numerosos libros de poesía. Fue distinguido con el Primer Premio de Poesía de la Universidad de La Boca y fue finalista del IV Concurso Nacional de Poesía Ramón Plaza de la Sociedad de los Poetas Vivos.Este destacado autor, figura en numerosas antologías poéticas editadas tanto en Argentina como en otros países de habla hispana. Desde 1999 hasta su muerte integró el Grupo Literario La Luna Que, y fue miembro y autoridad del Instituto Argentino de Cultura Gallega, del Centro Gallego de Buenos Aires y del Hogar Gallego para Ancianos. Algunas de sus muchas obras poéticas son: Meandros para un retorno (1986), Responso para una balada (1987), Réquiem para un canto patagónico de ausencias (1989), Travesía atlántica de un imaginario poeta negro (1990), Máscara de Los Andes (1993), Hojas de palisandro (1997), Los ávidos laureles (1998), Fragmentos de la noche (2002), El escultor (2003), Abismo de ausencia (2005) y Nudos de sombra (2006). Monocordia (2011) es su poemario póstumo.


EL VACIO DE MÍ

Deambulará mi cenotafio las edades
de mi cadáver el polvo
del nacimiento
de la idea:
mi muerte que ya naciera de mí
y se evaporara en la tierra
de mis ancestros la quimera
presagiada en el exilio.



CAFÉ DEL PUERTO

Tan simple como estar solo

en el Café de la esquina
donde vienen el recuerdo y las avispas
a reportar coincidencias y los talentos
y las quintuplicadas lunas esencias
zarandeadas en cribas
maniatadas
del celo de las horas
en anamórficos espejos,
mientras mudan los cereales de silo.
La historia
socava las memorias de los dioses
las auspiciadas hambrunas
de los niños precursores
en este precario lugar de todos
prohibidos de pedir
el pan de algunos
ido por escobén de los trigales


LA SENTENCIA


Pasados los años

lo que queda de uno
es sólo la mueca: la mezquina huella
de negación profunda
trillada
de aquellos años líricos
del ensueño que no es sino el testimonio
de haber sido de haber transitado
la ausencia y desaparecer humano.
Como si nunca nada
fuere desterrado el tiempo
de ese propio silencio
la carne ardida en el hueso
sin piedad la noche
sin piedad la nada recurrente
de zarandadas nieves
diseños de escarcha previa
y descarnadas uñas.


ILUSIÓN ÓPTICA


Un gato amarillo

mira a los pájaros amarillos
y le caen las lágrimas
porque la piedad
es demasiado para un gato amarillo
que se relame
en el fondo del estanque.

jueves, 15 de marzo de 2012

NORMA PADRA


Nació en Buenos Aires, en 1947. Pese a tener inédito su libro de poemas “Entre brillos y penumbras”, partes de su obra se difunden en diarios, revistas literarias y sitios web de Argentina, Brasil, Chile, Perú, Venezuela, Guatemala, Puerto Rico, España, Portugal, Alemania, Italia, entre otros; algunos de ellos se han traducido al italiano, portugués, inglés, catalán, e integran varias antologías. En 2007, Antología de poesía: “Pareceres”, editada en España; la antología de cuento breve: “Cuento contigo”, ediciones Playa Sola; y la antología de cuentos “Redes de papel” (2008); antología “El libro de los talleres”, (2008). Publicó varias plaquetas de poesía. Fue coordinadora de talleres de escritura, lectura y pintura, en grupos infantiles y para adultos. Fundadora y directora de la revista “Papirolas” en 1995, soporte papel, edición mensual, con distribución gratuita, para el nuestro país y el extranjero. Desde 2008 coordina los encuentros literarios mensuales de “Río de Letras”. 






[Neptuno recoge las lágrimas...]

Neptuno recoge las lágrimas
de amor de una sirena.
Desgarrando almas va el viento
que un día se llevó a Pablo.
Ese que habita en nosotros,
ese que fue amanuense
de los cantos de Eros
en las caracolas del mar...
Nada se lleva el tiempo
cuando amamos,
sólo quedan sus huellas
como presagio de una fuerza
extraña e inexplicable.



TIEMPO

Pasa la vida
¡Ráfaga hechicera!
Nombres escritos en la arena
que el mar borra en instantes.
Todo es rítmico
respiración de relojes
mareando las horas.
Voluntad de dicha
y misterios.
Ausentes de misericordia
buscamos
las respuestas
en nuestro interior.
Ejercitando el alma
con equilibrio
aquietando risas y llantos.
El sendero
mece un sueño nuevo
cada noche
esperanzado.


 
[Hay un huerto milenario...]

Hay un huerto milenario
detrás de cada dilatada estrella
donde desfallecen húmedas campanas.
Pasaje al infinito silencioso
donde descansan los relojes.
 


PLENITUD

Pétalos de almendro
esparcidos mágicamente
bajo unos pies descalzos.
Su mente evoca remolinos
de pesadas emociones:
suaves manos acarician
sus blancos cabellos
saboreando inquietantes
momentos mezclados
con aroma de café,
yaciendo trémulos
junto al deseo
de un mañana
sin lágrimas,
entremezclando sueños...
dejando huellas
en su alma
de viento y luna.




sábado, 4 de febrero de 2012

FERNANDO SÁNCHEZ ZINNY

Porteño, nacido en 1938, tiene publicados varios libros de poesía, entre los que quiere destacar:  Segunda poesía, en 1999 (tercer premio municipal de poesía); Éxodo, en 2002; Sombra adentro, en 2004 (Faja de honor de la SADE) y El azar cotidiano, en 2006. Este mismo año publicó una colección de aforismos: Cenizas del sol. En 2008, apareció Primera Poesía y al año siguiente Carmen del otoño y Elegías y llanuras. Trabajos suyos integran la antología de la Fundación Argentina para la Poesía (Poesía Argentina Contemporánea, Volumen XIII), la Geografía Lírica de la Poesía Argentina, ordenada por José Isaacson y las compilaciones Doce Poetas Argentinos del siglo XXI (Volumen I), de la editorial Eleusis, Pura luz contra la noche, de la editorial De los Cuatro Vientos y Poetas de las dos Orillas, de la editorial Botella al Mar-Uruguay. En 2009, Algazul  editó Antología conmigo, que lo incluye y que reúne la obra de varios poetas que le son afines.


EN TIERRA EXTRANJERA

Ignoradas constelaciones contemplan disgregarse
al último oriundo de un cielo muy distinto
que está por desaparecer apenas parta.
 
Sobre tierra extranjera infiere voces,
súplicas que ya nadie entiende
y que arrullan tan sólo sus oídos.
Cruel destino el de subsistir como una sombra
en el marasmo remanente,
cuando flaquea el corazón y se deshace.
 
Ahora todo se reduce a imaginar
cuál ha de ser la mano
que cerrará la puerta.
 
No volverá ni vivo ni cadáver:
aciago, extremo descender,
fosa sin llanto esta vez para siempre.



ORACIONES, PROMESAS

Como un dios revestido de lúgubre belleza
y el alma reclinada sobre sueños lacustres,
volví a leer en el idioma de otros años
oraciones desplazadas
que el presagio sin fin considera promesas.

Cuando desde el insomnio veas
que se filtra la luz por las hendijas
y sientas que el clavel blanco desmayado en el vaso
está mojado de rocío,
no olvides que has llegado al fondo del misterio
y ya nunca podrás retornar a la soledad.

Sin manos toca la canción tus sienes,
hecha sonoridad de latido y angustia
para amarrar las noches y abarrotar los días
y bajar como el cauce que lleva hasta tu rostro,
tenue marfil con islas de tristísimo oriente.

Soy Orfeo y acudo a los infiernos;
no lo lamentes porque es el destino.

Canto porque no creo
que la muerte se lleve
tanto azul vislumbrado.



DESPREOCUPADOS

Ya despreocupados
y con tiempo a favor,
abrimos las ventanas
hacia los ruidos de este barrio
en que fuimos felices
y aún lo somos mientras
escuchamos
una música fácil
que llega
para aliviar el alma.
 
Ni maldad, ni preguntas,
ni recuerdos,
sólo esa música
aventada a las calles
como garúa fina:
beso de un frío apenas húmedo,
pequeño gaje avejentado,
moneda del azar
caída en la vereda,
ya en el filo de un mediodía
amenazante
e imposible.



PARQUE PATRICIOS

Hoy me adentré en su niebla entristecida
que traza una llovizna inexistente,
llena de pegajosas adherencias, rostro
de una miseria helada como un tango.

No estaba la ciudad, se había ido
a pasear por otras esquinas o resabios,
cansada de que aquí el otoño sea siempre
un anciano que barre la vereda dorada por las hojas.
Eres como mi amor
y bastará un ligero viento para alejarte.

NORMA PÉREZ MARTÍN

Norma Pérez Martín (Foto: Daniel Grad)
Profesora y licenciada en Letras, egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, casa en la que durante muchos ejerció la docencia y en la que obtuvo importantes distinciones a su labor. Esa contracción a la enseñanza fue  siempre paralela a una acendrada vocación literaria que la ha convertida en una de las escritoras argentinas más reconocidas de las últimas décadas. Autora de catorce poemarios, dos novelas, numerosos cuentos y dos libros de ensayos que han tenido amplia repercusión académica: Testimonios autobiográficos de Horacio Quiroga, de 1997, y Escrito en América, del año siguiente, su profundo interés en temas latinoamericanos descuella, asimismo, en multitud de artículos publicados en su patria y en otros país del Continente. Es directora de la revista de integración cultural Francachela e integrante del Centro de Estudios de Narratología con sede en Buenos Aires. La editorial Vinciguerra publicó la totalidad de sus poemas en el volumen aparecido bajo el título de Poesía 1963-2003.


MISERIA

En la orilla descalza
tiembla el agua.
En el pozo gime la escarcha.
En la Villa Miseria llora el viento,
blasfema el sol,
la lluvia,
el alma.
En la torre del aire
miran los ángeles;
en el centro del mundo
sopla la muerte;
lleva un tricornio con borlas,
los niños le cantan detrás de sus harapos.
En la Villa,
la muerte se desnuda.
El agua se sacude.
El pozo se acurruca.
Los ángeles se duermen.
                                                     (de Me duelen las palabras, 1966.)


IX

Desde la fidelidad milenaria de sus ojos
los perros
saludan la tristeza del hombre.
Las mujeres
vislumbran en la mejilla de la tarde
una gota de miel.
Y en el último carrusel de la noche
asoman los animales desterrados
las figuras primogénitas
que lavaron sus pies
–promisorios altares para el sacrificio-
Los templos
quedaron profanados
por el descuido insensato
que no aprendió
las revelaciones
florecidas
en la fiesta sagrada de la luna.

                                                             (de Animal desterrado, 1962.)


IX

El viejo olor de las maderas
de mi infancia
levanta en mis nocturnos ojos
el cáliz de la risa,
como pellizco de sol
en los cristales minúsculos
del ventanal destruido.
El olor del jazmín
atraviesa el polen
y se atreve,
hoy,
por el camino de la derrota impertinente,
a convertirme
en buhonero audaz
que puso un mástil de humo
en el palo mayor
de su locura.

                                             (de Monólogos del ciego, 1975.)


XVI

Soy el mendigo;
el hermano
el pordiosero de platos encendidos
que postula un lugar en el mundo.
Yo, el de los párpados cóncavos
a quien Tiresias ofreció
su destino,
para seguir andando
con los mismos ardores
para escuchar los truenos
del linaje maldito
y reencontrar enigmas
entre las gruesas sombras.
Soy el vidente caduco
el profeta leproso
que resuelve distancias
con bastones en vuelo.

                                    (de Monólogos del ciego, 1975.)


EL POZO

Si alguien pregunta
el porqué del vacío,
y adónde guardaré los ojos
cuando todo esté lejos,
responderé:
no tengo otros sitio mejor
para mi vértigo
que el pozo triangular
de este silencio

                                             (de La sed en el pozo, 1967.)




LONG-OHNI

Long-Ohni nació, vive y morirá en Buenos Aires. Su existencia ha sido la actividad literaria. Licenciada en Historia de las Artes (UBA), antes estudió medicina y música. Ejerció la docencia y vivió la militancia política. Compone música. Rastros suyos se hallan en revistas y traducciones, en premios numerosos y en la colaboración cercana con grandes escritores, antecedentes que se opacan ante su condición esencial de poeta, una de las más notables de la Argentina reciente. Su obra édita –porción pequeña de la que circula en el medio virtual– se encuentra en el poemario Acerca, de 2005 (con versiones en cinco idiomas), y en la antología Pura luz contra la noche, del año siguiente, entre otras. No menos poeta es en su prosa, llena de transparencia y  símbolos, expuesta en la novela El árbol de las flores amarillas (2002), traducida al  portugués y al italiano y teatralizada en Italia y Portugal, y en el sugerente Zwerg, aparecido cuatro años más tarde. Seis libros más se encuentran prontos a editar: Faro, Incohemas, Patrióticas y Tangardías, Tan callando, Las más noches, Hai y Antifonario del Grial.


A UN CRISANTEMO

A esta pausa me obliga un crisantemo
burilado de luz por mano agraria
y me detiene el paso, me suspende
en su ser que asoleado resplandece.

No advertí nunca antes que la Pacha
diera a luz tanta luz de crisantemo
ni que su vientre de arcanas epopeyas
de plena oscuridad lanzara un rayo.

A esta pausa me obliga un crisantemo
y llego tarde al banco, me confisco
este tiempo robado a la rutina
mientras suenan motores y bocinas
y pasan piernas que ya no se detienen.

¿En qué pensaba Dios cuando lo hizo
en la justa cintura de la tierra,
prueba de numeroso amor, de todo
lo que explica tu ser dedal de oro?

Y me sucede a veces que al descuido
me obliga a cierta pausa un crisantemo,
un lapacho, un gorrión, una llovizna
que en la ciudad cautiva del cemento
se amilagra ante mí como una ofrenda
que otros ojos ignoran. Viven muertos.



DEUS IN NOBIS

En el margen de luz va la poesía
y a filo en la penumbra se desliza
buscando a dios, quién sabe
mientras mueren contigo los destellos
y el viento pasa roído por la vida.
Breves palabras como breves sueños
y el querer seguir siendo,
perseverar, acaso, en lo imposible,
huir del arte de arte
y encontrar en la hierba
o en la espesa penumbra
el oro necesario para darse a la muerte.

Sembrar sin la esperanza de ninguna cosecha
y que sean los cuerdos los que talen
el árbol de la poma que has sembrado
y que el fruto mitigue tal horror al vacío.
Precioso el riesgo del que en la nada espera
la voz de dios, posada en la palabra,
del que batalla en sueños por la luz que se escapa,
del que despliega velas frente al mar tormentoso,
de aquel que se arrodilla consigo en el desierto.

Vaya con la agonía por la vida
quien no quiera morir completamente;
vaya con su monólogo en la alforja
por cada mar, camino, ensoñación, vigilia.
Bien sé que cada noche es oportuna
para velar las armas,
nuestras propias costillas
y el puñado de alma que acaso nos habita.




YO QUISE SER BANDERA

Yo quise ser bandera y vine hombre
con riñones, urea y fosfatasas,
dos astrágalos fuertes que recorren
la tierra colorada y la miseria,
los bosques de colihue, la esperanza
de volverme bandera en el camino.

Vine siendo pulmones expandidos,
maxilares sedientos, generosos
que muerden las palabras y la rabia
y el dolor de no ondear como yo quiero.

En mi espalda de azúcar las dos alas
más humanas que angélicas, por cierto
con que libero, combato y desacierto,
renuevo la utopía, la excomulgo
y en ella me bendigo nuevamente.

Ya poco más por ser que vine hombre,
un mínimo de tierra que no puede
más que alzar con su voz lo que es bandera,
con mi pecho de barro poetizo,
faro sin luz que en noche oscura insiste.

Yo quise ser bandera y vine hombre
y muero con mis pies todos los días
No me excusa este origen indeseado
de izarme el esqueleto a media asta:
Si acontece la Patria se me impone.
No se aducen razones cuando hay muerte.


VAMOS SOBRE EL SILENCIO

Vamos sobre el silencio, hermano.
Las hojas ya no crujen debajo de tus pies
y el río sigue inválido esperando del otro lado de la vía
como si nuestro juego no hubiera terminado.
Ya ves,
la sombra de mi sombra, nuestras sombras
que querían crecer inútilmente
recostadas en este breve tiempo
contra ese pino azul y los naranjos
como si el sueño de ser grandes
fuera tan imposible como perder la infancia
y perder el camino que nos llevaba al río
y el mismo río que ya se ha devorado
ese asombro tan nuestro, nuestro insomnio.

Como un perro perdido busco el rastro
para volver a casa
y encontrarte.


ELEGÍA

¿Qué quiere redimir el alma mía
inundada de sed y de cansancio?

Es tiempo de destierro y noche clara,
de tibio mediodía y arduas parras.

Es el tiempo del vino solitario
y del pan que comparten mis dos manos.

HÉCTOR MIGUEL ÁNGELI

Héctor Miguel Ángeli nació en 1930, en Buenos Aires, fue docente y guionista televisivo. Cursó estudios en la facultad de Filosofía y Letras. El 1962 fue becado por el gobierno de Italia para especializarse, en Roma, en el conocimiento de la literatura italiana. Ha traducido a importantes escritores italianos. En 1977 mereció el tercer premio municipal y en 1977-78 el Premio Bienal otorgado por la Fundación Argentina para la Poesía y la Faja de Honor de la SADE. En 1988 recibió una mención especial de la Secretaría de Cultura de la Nación y en 2005 el premio Esteban Echeverría que otorga Gente de Letras. Sus poemarios editados son: Voces del primer reloj (1948), Los techos (1959), Manchas (1964), Las burlas (1966), Nueve tangos (1974), La giba de plata (1977), Para armar una mañana (1988) y Matar a un hombre (1991). En 1999, bajo el título La gran divagación, reunió su obra poética. En 2004 publicó la antología poética Animales en verso y en 2007, Frutas sobre la mesa, con el que obtuvo el Primer Premio Municipal.


LA VISITA

¿Quién es usted? ¿Quién es usted?
Sin duda, un intruso en mi delirio.
Le donaré tres favores:
el ámbito de guerra,
la idea original
y el prestigio de la forma.
No me diga después que no sabía.
Si se queda,
descubrirá
que el último minuto es un garfio.
¿Y el primero?
¡Ah, el primero ya pasó…
y olía a jazmines!



EL GLOBO DE LUZ

En la trasnochada ciudad
donde cuelgan los calendarios y el enigma
una torre asombra
por un globo de luz
muy distinto a las lámparas y las estrellas.
Hay muchas ventanas iluminadas,
pero sólo una
emite esa luz macilenta de redondo piélago
que no cabe en el estallido del vino
ni en la quemadura de las frutas.
Alta como está en el éxtasis oscuro
excede los espacios de la fiesta
donde todos devoran otro año.
Si en la torre apareciera un monstruo
sería reconocido.
Ninguna deformidad sorprendería.
En cambio ese globo de luz
que nada explica y por lo tanto es libre,
ese globo de luz embellece
porque está muy lejos
y nadie lo conoce,
porque está muy oculto
¡ay! pero se puede ver.




FRUTAS SOBRE LA MESA

Sube el color de las ciruelas
cuando el durazno se agiganta.
Un hachazo de luz parte una manzana
(Falta la bujía de un limón)

Las deliciosas frutas sobre la mesa
están dispuestas
a ser probadas, comidas, devoradas,
gustadas en un momento abierto.
Extiendo mi brazo como una garra
sobre ese paraíso de fácil oferta.

Todo es cordial
y sin embargo huye una constelación
cuando mi mano se acerca a la rapiña.
Es dulce el sabor de lo que llega
o amarga destrucción el apetito.
Las frutas son naturaleza viva.
(Sus jugosos consejos
me dicen que retire la mano
y espere todavía)




SEÑORA DE LOS OJOS DORMIDOS

Señora con la cabeza inclinada
y más allá con los ojos dormidos,
blanca señora,
blanca en la sombra invisible del cielo.
Señora ya demasiado niña
y demasiado anciana,
furtiva como un lirio,
tenaz como un roble.
De cerca visión,
a lo lejos música en las manos.
Señora con el cuerpo
                      sin tregua acostado
sobre todos los recuerdos.
Niebla en el espejo,
luz como acero en el candor de los cuartos,
elevación y ancla,
                      aroma…
Señora en el umbral del frío
cuando la casa del momento cierra.
Señora, madre mía,
la que muere y nace
en el regazo de las dulces tardes.

domingo, 8 de enero de 2012

JULIO CARABELLI


Julio Carabelli nació en Buenos Aires en 1940. Fue secretario de la Fundación Argentina para la Poesía, participó del staff de las revistas Nexo literario y Barataria, y fue Director de la publicación “artes, becas & concursos” y de Letrarte (Encuentro y Congreso de Escritores que se realiza en Tucumán desde 1998 y en Mendoza en 1999). Ha publicado: A conciencia pura (Marymar, 1986), novela; Autopsias (Además, 1988), cuentos; A continuación de los juegos (Fundación Argentina para la Poesía, 1989), cuentos; El crimen de la vecina en el presupuesto nacional (Gel, 1993), novela; Claves para una secretaría ejecutiva (1994); Jurisdicciones (Poesía en Bolsa, 1997); Jurisdicción del amor (Poesía en Bolsa, 1998).






OFICIO

El vivía a una cuadra de Grand Cóncourse
donde empieza en el Bronx el barrio negro.
Solía trabajar de cualquier cosa
los oficios
le colgaban de las manos como uvas
transitaban su cuello
su garganta
y dormían con él bebían cantaban
como si ayer hubo
si hoy hubiera
mañana tal vez será distinto.

Quizá fuese artífice en Italia
talabartero experto en la Edad Media
plantador de pinos ambarinos
carpintero de ribera en el Egeo.
Por su sangre merodeaba Europa
como novia lasciva y trashumante
y un abuelo de estirpe Inmemorial
que hoy barre con él
            las calles del Bronx.



BAILE


Ella deseaba ser asesinada
y el Bronx
era un sitio como cualquier otro.
Bailaba sobre el bríllante mostrador
pentagrama de la cervecería
mientras yo veía cómo los Idiotas
deseaban la desnudez de sus pechos.

Ella bailaba
como otros se drogan en el bidé
como tantos rezan seis rosarios.
Yo despreciaba
a los idiotas que pagaban todo
con díosecitos verdes en las manos,
Lo importante
es que bailaba feliz y por la noche
se agotaba de amor sobre mi cama.

Han pasado algunos años y ella
que no ha sido asesinada todavía
baila en otro sitio
ya que cualquier lugar le da lo mismo.
A veces entro a ver sí la han asesinado
y pongo un dólar doblado en su cintura.
Después me voy
sé que allí dentro
alguien me piensa idiota con desprecio.



VIOLÍN


Amparado por el subte del Bronx
masticaba lo que habla y lo que no
acostándose muy decentemente
junto a su rojo violín desafinado.
No molestaba a los viejos judíos
ni a los perros de luto por Willy
ni a las chicas punk de las cabinas
ni a los negros de memoria dura.

La música vertía de otras guerras
otro muerto violín le desgarraba
las absurdas tapas de extramuros
el atinado estómago de hambres.
El vino en busca de la nieve
sólo para olvidar los páramos
de hoscas tibias fémur calaveras
y cansado
se dejó morir de recuerdos y acidez
tocando
como sí alguien oyera aquella noche.

GLADYS EDICH BARBOSA EHRAIJE

GLADYS EDICH BARBOSA EHRAIJE es poeta azuleña. Poesía publicada: 18 Poemas y un solo motivo, 1978; Íntimos duendes, 1979; "El último verano", 1982; "Poemas en libertad", 1984; "De ocres y otros marzos", 1989; "Páginas Azules '3'", 1991; Segunda edición de “De ocres y otros marzos”, 1993; "Dioses de barro",1994; "Una lenta estación entre dos soles", 1999; "Profecía de cigarras" y "La penúltima rosa de abril", 2001; "Y preguntan las sombras", 2008. Ha dirigido talleres literarios en la Unidad Séptima de Penales de Azul (1983-1984) y en el Área de la Lengua —escuela Normal de Azul— (1994-1995). Preceptiva editada “El diccionario de las palabra perdidas” (de niños para todos). 




POEMA I


Bajo los bordes de una cerradura
acechan las llaves
¿entre qué corredores
siguiendo nuestros rastros
se nacieron en alas
los pájaros profanos?
la casa
fue gestando
en permanente bruma
     abarcativos pasos
     amante en celo

     —vigila los rincones—
Sus muros no han perdido
esa ancestral costumbre
de confundir
la noche con los días
saben
     que desde siempre
     del otro lado de la puerta
     un ojo de metal
verticalmente,
espía.




POEMA III

Cuando la esfinge habite el desconcierto
    las respuestas
    no tendrán respuesta

    Serán voces migratorias
        en
             la
               debilidad
               de la vigilia

    Símbolos extraños
          en el vino rojo

    Dioses,
        iniciando
la última danza
      alrededor del sol.



POEMA V

Inocentes viajeros
         en procesión de olvido
         recuperan
               cenizas
         debidamente antiguas
               El miedo
            asume
         la fuerza de la tregua
    lejos
   

        (quebrados duendes)
         —duendes de alas quebradas—
         custodian
                de rodillas
         las inasibles grietas
Nadie habita el domingo
    solo la piel
          y los ojos
         (desmesurados ojos)
         como cuencos de sal.



POEMA VII

Lámpara que perfila
     la secreta corriente de la memoria

como moneda extraviada
      entre la piel
                aparecen las primeras lluvias
      cada gota
aleja los fantasmas
el milagro
y los espejos rotos
        en las noches de luna
    Desde el costado izquierdo
(el corazón)
      roza otro escalofrío
      busca la llave del zaguán
      anuncia la hora
y entre tinieblas
las lágrimas
cerca del final
descubren
        que la primavera
tiene muertas sus raíces.








POEMA FINAL

Alrededor del fuego
     como un rito
     se fueron sucediendo
     los milagros
     los hijos
     los hijos de los hijos
     la aridez
     los despojos
la mesa de madera
     el pan
el peso de las cosas
     los retratos
Por mandato inviolable
de la tierra
me convertí
en guardiana de la casa
  La infancia
  trae aún desde la lejanía
  alucinadas mariposas amarillas
Desde la cárcel
        de mi cuerpo
        la carne,
vuelve a cercenar sus deseos


ADALBERTO POLTI

ADALBERTO POLTI nació en Buenos Aires en 1943. Ha colaborado en las revistas literarias Momento, Cuadernos de la juventud, Cormorán y Delfín, Runa, Tridente, Cuaderno experimental, Tiempo, La Tabla Redonda, Poesía 2000, Empresa poética, Clepsidra, Nexo literario y otras. También en los diarios La Acción y La Tribuna de Morón, La Opinión de Pergamino, El Tiempo de Azul y La Capital de Mar del Plata. Participó en las antologías Once Poetas, once artistas plásticos de la Fundación Argentina para la poesía, La casa y los poetas de la Fundación Raggio, Antologías del Grupo Zahir de los años 1996 y 1998, World Poetry (Madras, India); antología Mar azul, cielo azul, blanca vela (en homenaje a Arturo Cuadrado) y antología Café de Buenos Aires, Tercer milenio. Publicó los libros "Bailarín de tinieblas" (Empresa poética, 1987), "Terca sombra" (Ultimo Reino, 1994), "Ojo Avizor" (Ed.Kir, 1995), "Mendiga palabra", Libros del Empedrado, 1997) y "Oigo pasos" (Libros del Empedrado, 1998).



LOS DIOSES Y LA INDULGENCIA

Nos duelen los muertos
Recorren nuestras venas
como océanos del canto

Y giran
y claman sueños doblegados
infinitos

Soles
Muros solitarios y dudosas calles
Laberintos oscuros
Ninguna puerta descubre la otra orilla

Multitud de voces
toda la sangre puesta en los ojos
del tardío consuelo

Templos vacíos
pocos dioses para tanta indulgencia






HABLA GALILEO


Si mudo de palabras
si el astro no fue fiel a los dogmas
y en el frágil andamio abundan los culpables

Si me absuelven
si del rostro del verdugo no nace la vergüenza
crecerá el silencio
el disfraz del olvido vestirá la memoria

Y fantasmas habrá
y una antigua pesadilla que los invente
y días nefastos alimentarán el caos




Jardín lento


amanecí desde lo profundo y el tiempo y la palabra y el alma roja del jardín lento y su esqueleto de niebla y los ojos de los pájaros consumieron la lluvia y su rostro de piedra maltratado rostro y el alma roja del jardín lento y su sombrero de aire a la deriva y su nube de espanto como azorado planeta abandonaron sus cauces y nacieron testigos del infierno y días del precario universo me despojaron del cuerpo vital

adiviné un caluroso mediodía con apariencia humana y olvidé prejuicios y sediento y vagabundo recorrí como tren peregrino el alma roja del jardín lento mientras devoraba el pasado y su memoria infinita y navegué el espacio y elegí el destino con aire de siglo

apagué la niebla oscura del canto infinito de la tarde mientras el alma roja del jardín lento dormía en las estaciones mudas de las ramas como el pájaro duerme en el hueco débil del sol desesperado e inútil del crepúsculo

atravesé sueños y la noche como el ave y su ventana que huele a siglos y arrastra y duele y el alma roja del jardín lento como algo muerto y solitario hablaba desde un muro que sangra




Ojo Avizor


1.


Antes que el alma
localizara el punto mínimo
de su universo
el ojo ya lo había devorado


2.

Frente a la inmensidad del mar
y de mi propio abismo
siento caer el día

Y veo su gota helada
a través de los huesos
percibida por el ojo avizor

Siento caer el día, pálido rostro
carcome el tiempo y medibuja
en el entero cuerpo de la muerte

Siento caer el día como
un avaro de brazos largos



Invitados a la última cena


                           Frente a un grabado de Escher

Cielos y escaleras giran y giran
cielos e infiernos, ángeles y demonios
giran y giran
cielos imaginarios, infiernos imaginarios
escaleras imaginarias, suben y bajan
giran y giran

Algún día, alguna historia apocalíptica
real o irreal
u odioso destino o muerte tenazmente puntual
los sorprenderán junto al olvido
frágiles pasajeros de la lluvia

Los sorprenderán junto al olvido
palomas de fugaces sueños

El día menos pensado
aparecerán en nuestras mesas
invitados a la última cena

OMAR CAO






OMAR CAO nació en Buenos Aires en 1948. Es poeta, narrador, dramaturgo y ensayista. Publicó en poesía "Uno de dos" (1974) junto a Hugo Enrique Salerno; "Emigrado de la luna y otros asuntos" (1976), Ediciones El Lagrimal Trifurca, en Rosario; "Antología poética universal", poemas suyos que fingen una recopilación realizada en el año 8100, (1998); el cuaderno "Sólo los elefantes...", largo poema editado por Pedro Luna e ilustrado por Graciela Favot (1986); "Palos de ciego y otras yerbas", ediciones Del Doque (1996); y "El linyera" (2011). Su obra ha sido recogida por varias antologías destacándose la "Antología de la poesía argentina" (1979), realizada por Raúl Gustavo Aguirre y "Esquina sin ochava" (2000). Su obra se difunde en publicaciones nacionales e internacionales del género. Fue fundador del grupo literario "La Luna Que Se Cortó Con La Botella", y actualmente es el director del grupo Mus. Coordina talleres literarios.





 CANCIÓN

Nos movemos, sombras
relativamente cercanas,
confundiéndonos a veces
al rozarnos las zonas más claras
pero los núcleos densos
donde se agita
la parte esplendorosa de la negrura
esos siguen aislados
gimiendo, gimiendo,
                                    gimiendo...


...

Dicen que la frialdad
es atributo de la muerte
y de su cercanía;
las hondas preocupaciones quedan
quebrándote la piel.
dicen que el calor y la vida
se confunden.
descubrí tres hebras blancas en mi espejo
favorito
dicen que si se canta se olvida
recogiste una flor
dicen y dicen
y en cambio tu silencio.




DEL DOLOR

Donde duelen los bastos
en la nuca
me duelen las palabras como estrellas
cuando el sueño no llega.
Eso queda de mí; te lo regalo
alguna vez agregaré mi miedo
cierto
mi deseperación,
si celebramos un día
un acontecimiento te mandaré
                             —pudiera—
el corazón clavado en un cuchillo.


...

Pero abrir la mano
y dejar la alegría ser
es buen remedio
para las oscuras tempestades
del miedo
Como un colibrí
dibuje acaso
su danza de vértigo y color
y sienta yo la brisa
y me abra
de encogido y oscuro
a mejor y más ancho
a más generoso corazón.      
Siento que la tarde pasa, atraviesa
mis huesos al sesgo y se queda detenida
en el verdeazul de los abrepuños
siento
que pertenezco a una especie de cálida
desolación llena de caricias e interrogantes
una creciente inquietud una especie
de angustia dulce en que
dúctil mano deja hologramas, contornos mudos
de rostros y formas
repetidas en girar silencioso
casi eterno
lento valsar antiguo
sobre las horas
                             circulares y profundas.



[DEL AMOR]


Me he sentado a leer y pronto
fastidiado
                         alcé los ojos y empecé
a imaginar formas de
                                       acariciarte
después sonó la medianoche.
Mis manos trazaban en el aire
                     exactamente
la delicada C de tu cintura.





SOLILOQUIO DEL SOLO


Dejaré todo para mañana;
escribir esa carta
el trabajo también
visitar los amigos...

Ahora sólo la complacencia en oír
caer la lluvia
cansada y pareja
y dormir
               infinitamente dormir
para volver a encontrar
cuando despierte
tu retrato caído,
exactamente como lo dejé.



COLORES QUERIDOS


Me voy a morir pardo, amarronado,
vestido de reciura imperturbable:

Te vas a morir blanca, silenciosa,
traspasada de mitos transparentes.



DEFINO LOS ABERTALES

                                 a Ricardo Rubio

Inventemos lo maravilloso,
lo poético, la acción concertada,
de lo utilitario hay demasiados
ocupándose.

Abertales siniestros mis cigarrillos negros.
Abertales los ojos recamados de asombro,
recamados abertales los labios que no oso,
la distancia a recorrer que no permito,
el pozo profundo de los poemas
el negro luto de las uñas
la clara tos de la mañana
el deseo del deseo
las mañas mínimas
los gritos en la
noche la sed de
los centauros
la fe
la o
yo
peleador astuto, limpio de uñas y dientes
defino los abertales como sus talones desnudos
picando de viruela la cara de la tierra
                                               interminablemente.

CARLOS ENRIQUE BERBEGLIA





Carlos Enrique Berbeglia nació en Villa Mercedes. Además de dos libros de ensayo filosófico y uno de ensayo socio-antropológico, de la coordinación de seis volúmenes de estudios sobre perspectivas de antropología argentina, de artículos dispersos en diversas publicaciones nacionales y extranjeras, de una novela, tres recopilaciones de cuentos, tres obras de teatro y tres interlineales, publicó en poesía: Ráfagas de luna (1983), Tardes en el paisaje y hombre (1985), Fuego sin dioses (1987), Tierra crepuscular posible (1990), Correspondencia abierta (1992), Las horas del himno (1996), Revelaciones del tiempo (1997), Penumbra sin voz y luminosa voz de vos (2011).




Lasitud de los cuerpos
en el follaje incierto
que cede la estación al pensamiento
cuando las abejas revuelan su nostalgia.

El infinito les tiende su vacío
si el color distante donde el sol reposa
envuelto cn presagios o en el hábito simple
de lo que acontece
refleja nuestra alegría o pesadumbre.

La belleza de lo incognoscible
dora la resina
que desliza su color
por la superficie indómita del pino.

Ahora el tiempo regresa en un planeta
que se afirma cn el cielo,
soberano, primero, y transitorio.
El cuerpo, entonces,
retira su pesadez al sitio
donde la cotidiana charla,
las manos y el vino que lo ruborizan,
absuelven su inquietud
misericordes.


LÍMITES Y TRANSGRESIONES



Brilla en la pradera el viento.
Por detrás de su cristal
una simple fisura posibilita al viajero
las fronteras eludir de la maldad
y de aquellas empeñadas en la averiguación
de cuanta inalcanzable esfera contiene el universo:
canciones que nunca escuchará otra vez,
paisajes irreconocibles por el infortunio
                                                     que los modelara
y esas continuas falsificaciones del tiempo y la alegría
que sus congéneres bailaban cuando el mundo
la misma transparencia lucía que la brisa.

Y la vida, la conciencia, el amor,
la obligada soledad de las razones
afloraban en su haber sin reconocimientos
y sin una sonrisa que lo acompañara
por ese cansancio de buscar explicaciones
en la simple existencia de las cosas
(al inmediato alcance de su mano
de no ser por el viento que las dispersaba).






MEMORIA REINCIDENTE II



Esas coincidencias que en los filmes
salvan a los protagonistas
cuando la muerte o el destino
ciernen su avidez sobre los mismos:
una bisoña amistad esa ayuda antigua
ofrecida al monarca, desdichado otrora,
regresan fielmente para rescatarlos
aunque los enemigos arrinconen sus posibilidades
de salvación sin atenuante alguno.

Y, en el escenario, armas de utilería
defienden a los inocentes y a los malvados
exterminan sin misericordia.
Los niños, después, en sus hogares,
repiten las alternativas
con juguetes que, a la vez, remedan,
las formas imitadas.

La realidad, levemente apoyada sobre el tiempo
-que nos posibilita para, después, hundirnos
en su infinito cieno-
junto a él, sarcástica, sonríe.





ELLA LA VERDAD



Joven, y, te diría, casi adolescente,
la conocí gracias a una fotografia.
Distante, como una modelo o una actriz,
me observaba sin verme,
protegida por un celuloide brilloso
donde resaltaban su figura céfiros perversos
y ángeles aduladores.

Ya desde entonces nunca dejó mis sueños
o delirios. Airosa se escurría
como un fuego fatuo, si
en ese rosicler de la conciencia
la pretendía yo sin darme cuenta
que el tiempo la rejuvenecía,
mientras, hasta bordear la locura
mi amor por ella acrecentaba.

En un infortunado juego,
era la melodía que llega
en sus acordes finales al oído
y tantas cosas más, imágenes
y metonimias absurdas que nunca la
       aprehendían:
un neblinoso deseo solamente,
un neblinoso deseo...



PERÍFRASIS DEL ENCUENTRO

Si todos los días del amor fueran como el primer
       encuentro,
si el deslumbre inicial donde las nubes cantaban
       alegrías en la tarde
al menos perdurase como se extienden los límites
       de las ensoñaciones
que dedican los ángeles a sus creadores,
si las palabras del arrobamiento hendieran
       los espacios
en que lo inteligible
se aprisiona a sí mismo cuando su derrotero
       tanteamos en las sombras,
la riqueza del mundo afloraría en los yermos
donde el infortunio se sacia en los labriegos
y la nada coronaría, insomne, a los tiranos.

Si todos los días del amor fueran como
       el primer momento,
los recuerdos también se recluirían en celdas
       pequeñas sin nostalgia
y un presente ni eufórico o altisonante
colmaría de felicidad la mañana en que despiertan
       los apesadumbrados
y las emociones suscitadas por la simple existencia
       de las cosas
nunca se marchitarían en nuestros corazones
y el ungüento sagrado de la paz y la dicha
colmaría la ansiedad de ser que nos persigue
tantas veces la ignorancia y el azar
nos hieran con sus armas
de miedo y latón en la penumbra.

RAÚL PÉREZ ARIAS




Raúl Pérez Arias
nació en Buenos Aires en 1956. Fue fundador de la Cooperativa de Arte "Cultura con Todos" y co-fundador del Centro Cultural "Amigos del Arte". Dirigió las revistas literarias "Látigo de fuego", "La antorcha literaria" y "Emergiendo", y los grupos reunidos bajo el mismo nombre. Ha publicado en poesía: La inmovilidad de los ruidos (2007), el cuaderno Sixtina a Grecia (200/) y Qué y otras circunstancias (2010). Actualmente dirige la revista "El mirador de la Cultura".



IDENTIDAD

Es inútil
no dejo de insistir
la verdad me enfrenta.

Trato de ser grande
no sé dónde queda mi casa
afuera hay un niño solo.



DUELE

Duele.
Alguien nos asfixia
entre la sien y la locura.
Otro no puede dormir
su página genocida.
Ahora buscan una excusa
entre miseria y monoblocks.
Mañana les cerraré otra envidia
eso sí les duele.



LA OTRA HISTORIA DE LA INQUISICIÓN

Todo nació
-dijeron-
del desorden de las cosas
-la fe-.
No hubo punto de apoyo
-el carpintero faltó a la cita-;
celebraban la crisis
en una asamblea vacía.

No les importaba el silencio
ni la sordera del oído izquierdo
-total les quedaba uno-.
Así terminaron una mañana
la boca clausurada;
una cruz candente
les quemó hasta la última sílaba.

Los inquisidores cedieron al fin;
los civiles volvieron del cadalso
con la manos liberadas
de tanta petrificada sangre.
Ahora deambulan por la vieja ciudad
tratando de recuperar su diezmo,
la dignidad de un salmo
que envejece de soledad y tristeza.



LATIDOS

Latidos
que no dejan nada.
Hablan
esparcen ironías
mueven a la risa.
Suenan
de tanto insistir.

Latidos
sin motivo
sonámbulos requemores.

Se van
lamen inoperancias.
Recuerdan
heridas fugaces
en destinos
de venas
a la deriva.



IGUAL QUE SIEMPRE

Hoy ni el árbol
genealógico
de aquellos ojos
         lo sostiene.

El sol mete miedo
ante una luna
            sin salida.

Nada lo conforma
teme que sea
él mismo
en las diagonales
apretadas
de una plaza
siempre igual. 

ANDRÉS UTELLO




ANDRÉS UTELLO nació en Buenos Aires en 1962. Reside en San Marcos Sierras, Provincia de Córdoba. Es creador y organizador del “Congreso Internacional de Poetas y Escritores en San Marcos Sierras”, en sus cinco ediciones entre los años 1997 y 2005, que fueron declarados de interés Municipal, Provincial y Nacional. Obra poética: Entrecuerpos (1984), Lunario (1986), La danza del sol (1990), Relámpagos (1996), Hojas elementales (1999), Aguafuerte (2002), Enebro (2005), El Ultimo Padre (cuaderno de poesía, 2007), Mandala (2009).




Serena ríe entre los árboles

Mis magias son serenas,
simples
como el fuego
o tenderse en la hierba.
Hacen la mañana
repleta de pudor
de un ardor
que perfuma el aire.
Mis magias son serenas
cuando abre la flor
en el agosto de los espinillos
y el monte se levanta
en una marcha
repleta de colores
y de nostalgia.




Encuentro con Pancho
en Fiambalá


Querido amigo:
Mi pensamiento salta más que un gato
y llega hasta el cielo, rojo,
picante.

El poeta Acuña
ha dicho que vendrá
zarzamora y ajenjo
para tanta alegría
que arda sobre los cerros
la mansa piel
Transcurre un silencio
verde en el monte.
Toda espera es eterna
pero él ha dicho que vendrá .
Que tiemble la muerte
si lo enarbola
Que se estremezca
el llano si lo retiene
Que se pudra
toda la albahaca
de esta tierra,
si el poeta no dijo la verdad.
Traigan más vino
los infelices
Su saco blanco
recitará a Li Po.
Llorará sobre las ruinas.
Dirá: madre, Fiambalá,
ternura.

La misma luna
que lo llama.
El poeta Acuña
ha dicho que vendrá.



Una mujer echa las cartas

Lo que yo era
no tenía nombre
en mi casa,
afuera existía el mundo
adentro, el universo
de la madre
haciendo feliz el día
para que llegue la noche.
No había un nombre
Clara, me lo dijo
una tarde de colegio.
Nombrarlo todo
para conocerlo todo.
El viento azul
de la mañana
sobre la fastuosa
soledad de mi pecho.
Cuatro lugares
donde ir
ninguno
demasiado lejos.




La causa de la herida

Estamos atados a este clan
disueltos
en sensaciones tercas
de floresta.
Y claro que un dolor
forjó la espada
la guerra que emulamos
bajo esta piel viajera.
La misma cicatriz
el mismo tacto
el padre que no regresará
la araña madre
que teje el laberinto.
Y claro que llueve
entre nosotros
un río de frescura
insuperable
somos ese viento
en la quebrada
un cordón azulado
en el desierto

AMANDA TOMALINO




AMANDA TOMALINO
nació en San Marcos Sierras, provincia de Córdoba, donde reside. En poesía ha publicado varias plaquetas y los libros: De sortilegios y pasiones (1998,1999), Calendario de flecha (2001), Los ojos del lobo (2005) el Cuaderno Squeo Nº 7 (2006) y Equinoccial (2007). Fragmentos de su obra poética aparecen regularmente en libros compartidos y antologías.




AGÓGICA

Caer por el borde
por los desagües
  caer
       hasta el cimiento.
Rebotar en el asombro
   y pasar al filo
       de la puerta.
Aquella
   olorosa madera
      (que se resiste)
deshilachada
      y quieta
este paisaje
      de máscaras
         y escombros





DESIERTO

Caravana
      de sombras
  estos muros
  gastados de vivir.
Humildes
   puñados de polvo
después de la tormenta.
  Mientras el río
   se golpea la boca
y lame su huella,
   su triste raíz
      de arena.




RAÍZ

Ser de aquí,
ser la misma corriente.
Nacer en el remolino
de este río serrano,
mirar lo que queda.
   Saber si es
         necesario,
         el regreso.




IMAGEN

Balcones
anclados al vacío.
Balcones
sin otro gesto
que estas gotas caprichosas,
y la sombra
de una mujer,
como un barco,
bajo la lluvia.





NEVADA

Fervorosamente
empezó a nevar.
Mayo es un duelo
      de lobos
sobre el opaco puente
   de la madrugada.

Acaso...
el último delirio
   del infierno.

GUSTAVO TISOCCO






Gustavo Tisocco ha publicado los poemarios: Sutil, 2001; Entre soles y sombras, 2004; y Paisaje de adentro, 2006; y dos discos compactos: Huellas e Intersecciones. Fragmentos de su obra poética son habitualmente incluidos  en antologías argentinas y del exterior. Dirige el blog de la red Internet: http://mispoetascontemporaneos.blogspot.com. WEB personal: http://www.paisajedeadentro.com.ar  - Blog personal: http://poemasdegustavo tisocco.blogspot.com.












Niña
afuera llueve,
no te acerques al aljibe
que puedes caer al foso.

El foso es penumbra,
humedad y tragedia.

Niño
afuera hay sol,
no te acerques al aljibe
que puedes caer al foso.

El foso es para suicidas,
ladrones y asesinos.

Madre estamos ya en el foso...
aquí hay cadáveres honestos,
sueños desechos, hermanos torturados.

Rescátanos
y desenmascaremos juntos a los duendes verdes
que habitan entre flores.



...

Juguemos en el bosque
si la bestia no está.

Si el lobo está
juguemos a la  escondida.

Si te encuentran
jugarás a la mancha de sangre.

Aunque la sangre no veas
jugando al gallito ciego.

Si  ríes, con la venda en tus ojos
irás a la ronda de San Miguel.

Allá en el cuartel olvidarás
direcciones, nombre de amigos
y perderás al ahorcado.

Una señorita de San Nicolás,
que sabe tejer, que sabe bordar
no quiere abrir la puerta para ir  jugar.
Inquieta espera que regreses,
pero en la rayuela llegaste al cielo.





Triste Jardín

Con cada muerte,
con cada destello de cuerpo quemado
el bosque se cubrió de penachos rojos.
Cada guerra sembró semillas de verdes brotes
y entre gemidos y desgarros
un aluvión de orquídeas nos invadió.
Cada inocente abatido fue de pétalos cubierto
y a mayor dolor
un aroma de azahares inundó el aire.

Es una tristeza ver el jardín tan florecido...



...

La taza vacía
el viejo mantel
la maceta desnuda.

En la calle abruma el caos
mientras mi soledad
inmutable ríe.

El miedo detrás
de constantes miserias,
holocaustos sin disfraces,
en tanto yo
sumo muerte a mis días.

No me asusta
dejar latidos mudos,
olvidar respiros
ni resquebrajar la piel.
Mi fobia
es asistir cada mañana
a mi funeral.

Sicario de mí
busco un beso que me salve.

JOSÉ EMILIO TALLARICO




José Emilio Tallarico
nació en Buenos Aires en 1950. Su obra poética comprende Huésped y testigo, 1986; Siglonía, 1988; Ese espacio que tiembla, 1993; El arreo y la fuga, 2000; Andariveles, 2006; y Creés mirar lejos, 2011. Publicó artículos y poemas en varias revistas literarias del país. Fue traducido parcialmente al portugués, al catalán, al italiano y al neerlandés. Reside en su ciudad natal.





 




POETA EN ZONA ROJA

Noche loba de barrio, noche sobre la especie.
A paso de poeta entre tres travestidos
-permisito-, un Rolando diligente y discreto
va camino a casa.
Las rubias altas ven que no es ortiba ni cliente,
lo ven encorvadito, tan leve, nadie sabe
qué tiene aquel vecino.
Si conocieran el poema que será ley un día:
“quedáis a salvo y para siempre de la barbarie policial”
-dice así algún fragmento…
Ah, Rolando, en ese caso, ¿quién podría salvarte
de que te alcen como a un bebé, y te recompensen
con denso rouge vertiginoso, tus vecinas?




LOS MOTIVOS DEL GORDO

Desués de hablar de dietas,
de ensaladas vidriosas e inclementes,
de menudos sesudamente fileteados,
dijo el Dietólogo a sus gordos:
“No lo olviden, hagan el amor, y mucho”.

Claro, faltaba aquel antiguo postre,
mi fantasía de un Catulo grueso y ruin,
incapaz de contar
cuántos fueron los besos
que quemó en tu boca, Lesbia,
obsesionado en calorías.




AUTOMOVILISTA

Aquel señor apura su automóvil.
Liso, brillante,
su copiloto es un skyte de pibe;
atrás, plegado, lleva un sillón de ruedas.
-Jefe: ¿se sabe centro metafórico del viaje?
No. Un chirrido infernal y un raro esquive
le otorgan lejanía.
Allí va nuestro Edipo mejorado,
dejándonos el aguijón de inventar cárceles,
perros, testigos, su cuna y su tumba.




FULBITO Y CUMPLE


Los cartoneros juegan su picado nocturno en la plaza
(véanse los changuitos puestos de a pares, como postes).
Gritan, se agitan, resuena en la pelota
el seco reventón de un zapatazo.
Parece que hubo un gol, pero no, canturrean
“que los cumplas feliz, que los cumplas…”.
-Ahí nomás sacan el tetra- decís,
y ves que empiezan a abrazarse.
Reunidos, vociferando en un rincón de la canchita:
sus risas son como arabescos en la noche.




UNA ENTREVISTA DE TRABAJO


Yo quise traspasar el umbral de los cerdos.
Comí con ellos bajo el espíritu de las edades,
con la parte cautiva de mí,
con mis orígenes de pobre tipo fiel.
Fue inútil: la verdad, como una rosa fría,
sangró por mi boca.




EL REFLEJO

Esa enorme proliferación de cajas, cajitas,
perlas, ampollas, gotas, comprimidos,
con sus colores, sus letras gráciles, brillantes,
hasta un umbral de la retina llega
con lasitud desesperada.
Y en ese mismo mueble que reúne
tan tenebrosa ronda comercial
sorprendo mi reflejo.
He ahí un remanso de mi yo,
un emergente mío, si se quiere,
fisgón a sueldo de la cosa humana
en la fragua cabal de su hastío.
Cuello extendido, me observo frente a frente:
-“Doctor, poco sacro lo veo,
hay poca magia en esa azul disolución
que bordea sus hombros,
qué magro juego el suyo a favor de una luz
que a la vez lo atraviesa y lo estafa”.



EL GRAFFITI

Chorreante,
rústica insolencia de amores.
Plebeya es la pared
del callejón que atraviesa la noche.

(Los muchachos publican
su feroz discusión con la muerte.)

GUSTAVO SOLER



GUSTAVO SOLER nació en Santander, España. Es poeta, narrador y ensayista. Ha publicado en poesía: Las rutas transitadas (1958), Los pálidos profetas (1962/63), El límite (1971), Baladas del amor eventual (1979), Ischigualasto (1980), Frecuencias extremadamente bajas (España, 1990), Regiones de marcada intensidad (1990), American stress (1997), Baladas del amor eventual (Antología, 2000), Responso en Malvinas (2006), El principio de la incertidumbre (2006) y New York, New York (2009). Ha publicado una extensa obra narrativa y ensayística.








CITY BANG!

El lugar es cuadrado. Un murmullo de máquinas
apenas perceptible. El hombre del sombrero
y la señora erótica -Zinadelia y su hija de bronce-
las medias que se pierden
en la oscuridad de la pollera.
Bocas resecas, expectativas,
llegar, correr, morir.
El lápiz atado a la cadena,
la cadena atada a la mesita,
la mesita empotrada en el suelo,
en todos los lugares de la tierra
con amplios ventanales asegurados
contra los suicidios. El City Bang!, cónsul del Imperio,
razonable, conceptuoso, atento, ideal para progresar.
Su nombre recuerda la ciudad, como se dice allí
en el norte americano. El ideal, la City, con los autos
absortos para hombres apresurados. Zapping y
hamburguesas. Hamburguesas y Zapping.
La vida no es difícil.
"City", como homenaje a la ciudad.
El "bang" es chiíta.




INTENSIDAD

   Habrás de decidir
entre ser o sentir
entre la incertidumbre como sombra interior
o la dicha planificada por los otros
junto a la chimenea de las casas
cuando la última taza que se levanta
en la mesa del atardecer semeja
el reglamento de la muerte.

   Entre lo que se vive y lo que ansías
duerme la intensidad
como un perro embrujado
que aúlla en lo sombrío.
Entre lo que deseas o te debes
está la eternidad trayendo sus cenizas.





TEMPORALIDAD

   ¿Qué sentimiento nos arroja
a estas playas donde todo comienza,
donde la doble dimensión nos retorna
al momento en que fuimos,
al inhallable tiempo
de donde huyó la muerte?

   Nunca tiñó los aires el durazno
con tanta pesadumbre
como cuando sobre los jardines apagados
las niñas de blancos calcetines
con antiguos triciclos
emergieron del alba.

   Hay otras dimensiones antes desconocidas
que trastocan las cosas,
un cubismo esencial como nuevos
espacios y distancias que comprimen
o alejan y fueran las palabras
metáforas de Dios.

   Donde lo que inicia se termina
y nace en otra parte.





Páramo

   Queremos ansiosamente consumir
las veinticuatro horas de la vida
y arrojar al azar
alternativas y presagios
para internarnos en el acontecer
sin advertir el rango que la muerte le ha otorgado.

   Desembocar después en esa predisposición
de evitar el dolor que nos asedia
para caer igual en el duro acertijo
de las sombras.

   Hoy encontramos la única respuesta
en la piedad y la renuncia
desde donde podremos retornar
hacia nosotros mismos,
(lo que supimos y lo que creemos)
como si fuéramos extraños
que se cuentan
sus vidas sin ocultar
las consecuencias y los desencantos.

ENRIQUE SANDRI



Enrique Sandri nació en Buenos Aires en 1972. Es poeta y narrador. Reside en Santa Rosa del Conlara, San Luis. Ha publicado en poesía: Tan vulgar como inocente (2006) y Hachazos y curitas (2007) en soporte papel, con un disco compacto. Al igual que algunos trabajos poéticos, sus cuentos han sido difundidos a través de diarios y revistas.




...

Tímido,
el mundo ambulante
se comunica con palabras erróneas.
Nadie aprendió a
repartir la necesidad;
nadie pidió este dolor de pobre.
Estamos todos al pedo
esperando que se decidan
a prestarnos dignidad
un ratito antes de nacer
justo en el último
pujo de la eutanasia.






...

Se clonan necesidades en la conciencia.
Tuve una duda y se la puse a otro
en el bolsillo de la camisa;
para que sufra como se lo merece.
Acá pesan las dudas, es difícil
no existen puertas de subte;
de que manera se entierra el asco
si hay montañas y piedras
donde ponen a los muertos de miedo,
el acopio de soledad,
el temblor de la mañana,
el incesto y el default.



...

A veces es bueno
disfrutar la incertidumbre
para relajarse y
no aferrarnos a cualquier cosa.





...

Los edificios extrañan mi mirada.
Busqué protegerme,
pero de qué, si aún tengo
                            prendida la TV.

En definitiva me da lo mismo
entre estas paredes,
dentaduras afiladas,
estas sierras que
me niegan el horizonte.




NOSOTROS

Hoy los chicos se apuran
pero nosotros se lo inculcamos;
antes de terminar con el vaso
ya quieren su perrita entre las piernas.
Pero nosotros construimos autopistas,
aeropuertos y cementerios privados.
Chicos, no se apuren,
que para eso, ya estamos muriendo nosotros.







...

Acá es difícil matar a alguien
en Buenos Aires una vez maté a un poeta
y dio igual;
en este lugar hay tal aburrimiento
que se traduce en paz
conspira con la resurrección de la poesía.
Por eso, cada tanto me voy a la ciudad
                                      a matar un poeta.
Tranquilo con mi instinto
vuelvo a escribir ciertas porquerías.



...

Que me disculpe la viuda
por no ir al funeral del tiempo
recordar a veces me entristece
y mi estimulador flaquea a esta altura
ni siquiera me animo a ponerme contento
de haber llegado hasta acá.

RICARDO RUBIO




RICARDO RUBIO nació en Buenos Aires en 1951. Ha publicado novela, cuento, ensayo, teatro y poesía. Son algunos de sus poemarios: Clave de mi (1982), Pueblos repentinos (1986), Historias de la flor (1988), Árbol con pájaros (1996), Simulación de la rosa (1998), Epítome (2001), El color con que atardece (2002 y 2003), Entre líneas de agua (2007 y 2008) Tercinas (2011). Ha estrenado trece de sus obras teatrales, una de ellas en Madrid, y ha sido parciamente traducido al italiano, ruso, gallego, alemán, albanés, rumano, árabe, catalán y francés.

http://ricardorubio.net/home/
https://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Rubio




Nada sabemos salvo el desencuentro


Simulo distracción mientras agito otro tiempo
que inflama el corazón del amanecer.

Cierro los ojos e imagino los signos
    de un lenguaje universal.
Busco razones
mientras palpito tristezas
   derramadas en las grietas
   de un espacio perplejo.

Cuando el alba abre caminos,
absorta, la lucidez se espanta.
¿Con qué veneno ahogamos la insistencia
   y la ilusión, si de nadie es la luz de la distancia?
Ninguno es dueño del color con que atardece.
La conciencia navegó milenios para llegar aquí
y forzó un hombre aturdido 
   en medio de las piedras.

Hay alamedas heridas de sed,
pájaros con estertores de pánico,
pequeños peces luchando contra el invierno.
Pero hay manos de mujer
   a lo largo de mi espalda
   que mitigan la ferocidad de la vida.
Así siento las caricias y los desaires.
Ahora los años acosan para siempre,
   y son apenas silencio
   en el fondo de un gesto.





La razón es ciega cuando se agita un prisma


Cualquier palabra no es tu palabra;
no es tuya la voz del niño
    con garganta de trueno,
ni el color del tulipán, ni la brisa del sur.
Ese escudo no te cubre del temor,
esa cota no impide el paso de las flechas.

A veces, la luz se dispersa
    para dejar un hueco confuso
    en el ojo de los hombres.

Cuando los bosques en tierras aún indecibles
    no imaginaban su follaje,
cuando el sol era un punto
    con todos los puntos encendidos,
cuando los astros eran fragmentos
    de un único astro incomprensible y loco,
y la molécula vibraba en la insistencia,
    el escriba ya era parte de un recuerdo
    en la materia,
y aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu
    ni el hueso, ni el calor, ni la intemperie,
en su inercia la vida planeaba la risa de la pasión
    y el cuarto oscuro de la ciencia.

Luego un hombre entrevió el roce, la fisura,
el músculo partido
    por la simple disolución de la franqueza.

Y gimió.





Los ojos se cierran a la danza o se abren al dolor


El tala se ciñe entre arrugas y silencio;
entra y sale del aire con una fuerza antigua.
Se lleva la última gota de las acequias
hacia un torrente invisible
que no alcanza su piel muda.

Cuando el monte envuelve su sed y su tristeza
el cielo lo ve alzar los brazos al viento.

Navegaré la eternidad para entender este porqué,
este confuso caracol que se ahoga entre arena y sal,
esta ambición que cae en las manos de la intolerancia,
este falso remanso de la idea.
¿Cómo ver el otro lado del espejo
    cuando el núcleo está en la carne?
¿Cómo ser uno cuando desmayo?

La vida se contrae, se recuesta en la senilidad,
se apostema y se aturde.
El delirio invade las formas, la razón vacila,
la desnudez intenta un color en las tinieblas
y busca una especie, una estirpe, una tribu,
un cimiento donde sembrar el aire.

Pero la luz se hace noche, niebla, sopor,
confusión de lirios a la sombra de un nogal.
Carreras infames dibujan un pasar delgado y pueril.

El ocaso es demasiado vértigo para la desnudez.






Nos mantenemos agua  en un estanque mensurado y atónito


Acaso consagramos las tardes al estupor.
Alejados del ya,
indagamos lugares sagrados de la memoria:
los pródigos sueños, las tantas quimeras,
las ambiciones que crecían temerosas
con lentitud de otoño.

Tristemente, el niño se obliga
a dejar la ingenuidad y juega a estar cansado.

Las horas se hacen interminables días en la luz.
Inteligibles las cosas se ufanan de existencia.

La decisión es al fin un nervio que obedece,
un latido que se expresa, que se abre.
El tiempo deviene en el verdadero sí de las manos
y descree de oscuros enemigos revelando un calor
    que no sucumbe al frío de la tristeza.

Aún así la paciencia hace lentos los meses,
los siglos llevan en andas lo indecible de lo eterno,
la levedad y la caricia se someten a la ansiedad,
el olvido se hace nunca y la esperanza brisa.
El antes alberga una quietud
    y el ahora una historia y un silencio.

No tenemos tiempo más que para nombrarnos.
Casi siempre el árbol es más débil que su flor.
Nacemos para ir perdiendo la luz de las estrellas.





Eternamente ahora

Siempre este ya pegado a los ojos.
A cada instante un segundo baladí,
un ahora infinito que nutre y azora
el presente de las indecisiones:
instantáneo, efímero.
Inaferrable.



 

Alrededores

Las aves
en la tarde,

las azucenas
y el silencio,

el fondo rojizo
del infinito,

todos habitan
este pequeño corazón.